viernes, 31 de mayo de 2013

La democracia alemana (República de Weimar).

La abdicación del Kaiser Guillermo II, el fin de la guerra y la desaparición del II Reich desembocaron en la creación de la República de Weimar (denominada así por la localidad donde se instituyó). Duraría unos 15 años que transcurrieron en su mayor parte bajo constantes tensiones económicas, sociales y políticas. Dos fueron sus presidentes: Ebert (1918-1925) e Hindenburg(1925-1934). 







La República se organizó sobre la base de la Constitución de 1919, proclamada en Weimar, una de las más progresistas de la época.

De hecho, el papel del presidente representaba una auténtica alternativa de poder respecto al parlamento. La Constitución sancionaba, por otra parte, una serie de libertades y derechos de carácter social y económico que constituyeron un claro precedente al llamado “Estado de bienestar”.
 
La República de Weimar se enfrentó a serias dificultades que finalmente precipitaron su desaparición en 1933.

-La primera de ellas fue la frágil base política sobre la que se fundó. Fueron los socialdemócratas, apoyados por los liberales y el centro católico, los que sacaron adelante la Constitución, en tanto que la izquierda (comunistas y otros grupos), así como la extrema derecha (nazis) la atacaron desde posturas contrapuestas.
 
A medida que la situación económica y social se fue deteriorando, liberales y católicos fueron retirando su apoyo a las instituciones republicanas, en tanto los nazis incrementaban su fuerza.
 
-La segunda dificultad que hubieron de encarar los gobiernos republicanos, especialmente bajo el mandato del presidente Ebert, fue la cuestión de las indemnizaciones que Alemania estaba obligada a pagar a los vencedores de la Gran Guerra (unos 132.000 millones de marcos-oro a pagar en 30 años).
 
La interrupción del pago de esas cantidades dio lugar a la invasión de la cuenca del Ruhr por un ejército franco-belga. La resistencia pasiva alentada por el gobierno alemán y la asunción de su coste por el Estado desencadenaron un proceso de hiperinflación que puso en serios aprietos la economía alemana.

Alsacia y Lorena fueron transferidas a Francia que las había perdido en 1870 tras la guerra franco-prusiana, y una parte de Prusia fue adjudicada al recién creado estado de Polonia. Las colonias de ultramar se repartieron entre Francia, Reino Unido, Bélgica, Japón y Australia.
 
Estas cuestiones asociadas al fin de la guerra recayeron sobre las espaldas de los primeros gobernantes republicanos, acusados por la derecha y los militares de haber traicionado al país, asestándole una “puñalada en la espalda”.
 
La tercera dificultad que lastró la acción de la República fue su incapacidad para granjearse el apoyo de los ciudadanos. Su marcada política industrialista le sustrajo las simpatías de los sectores agrícolas; por su parte, las clases medias, muy perjudicadas por el bache económico de la posguerra y la ulterior crisis de 1929, también le volvieron la espalda. Texto. La atracción de las clases medias por el nazismo.  Vólkischer Beobachter 31 de julio de 1932
Un sector de la clase obrera más radical, la representada por el Partido Comunista (KPD), simpatizante con el izquierdismo bolchevique, acusó a los gobiernos republicanos en general y a los socialdemócratas en particular, de defender exclusivamente los intereses de la burguesía y protagonizó una revolución comunista en Berlín (1 de enero de 1919), capitaneada por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.
 
La revolución Espartaquista fue duramente reprimida por el gobierno del presidente Ebert, quien se valió de la ayuda de antiguos militares imperiales y de grupos de extrema derecha, los "freikorps" Los grandes grupos industriales y capitalistas expresaron la necesidad de un Estado fuerte capaz de garantizar sus intereses económicos y plantar cara a las fuerzas sindicales y al"peligro bolchevique".

La República se derechizó y cada vez fue más tolerante con los sectores golpistas nazis, permitiendo actuar con relativa impunidad a las milicias paramilitares de las SA y las SS.
Finalmente, el crac de 1929 y la consiguiente Gran Depresión destruyeron el escaso prestigio que gozaba la institución republicana. El desempleo se cebó en amplios sectores de la sociedad, alcanzando la cifra de los casi 8 millones de parados en 1931.
El 30 de enero de 1933 Hindenburg nombró canciller (jefe de gobierno) a Hitler, que poco tiempo después suprimió la democracia y con ello la República de Weimar.
 Texto. Rosa Luxemburgo reflexiona sobre el fracaso de la revolución de 1919

 Realizado por Mario Cañadas.
Alemania entre 1918 y 1921. Idioma: inglés

jueves, 30 de mayo de 2013

Consecuencias de la segunda guerra mundial

desde el I.E.S la jara mi compañero Jabega y yo(Rocío) os dejamos una entrada muy interesante sobre las consecuencias de la segunda guerra mundial, esperemos que os sea de gran ayuda

Consecuencias de la Segunda Guerra Mundial


Consecuencias demográficas
Se estima que la cifra de fallecidos durante la guerra se sitúa en torno a los 55 millones de personas, siendo la URSS, China, Polonia y Alemania los países donde la cifra es mayor. A ello tendríamos que añadir los heridos graves de guerra que alcanzan los 35 millones de personas. Los desplazamientos de población o refugiados que escaparon de la violencia ascendieron a 800 millones en todo el globo.

Consecuencias económicas
La industria y la agricultura europea se vieron destruidas o detenidas por acción de la guerra. La destrucción de ciudades dañó el comercio. Estados Unidos se transformó en el principal país acreedor a nivel mundial. Los aliados debían el esfuerzo de guerra al apoyo norteamericano traducido en armas y alimentos.

Cambios tecnológicos
Fueron innumerables las creaciones en la industria bélica. El mejoramiento del transporte y las telecomunicaciones; la creación de la industria de los cohetes y proyectiles que dieron paso a la “era espacial”, y la fusión nuclear fueron solo algunos avances.

Cambios políticos
La derrota de los totalitarismos nacista y fascista italiano, lo que dio paso al dearrollo de repúblicas democráticas en Europa occidental. El bloque socialista o soviético permaneció bajo su esquema “revolucionario”, el que terminó por influir en Europa oriental, impusieron regímenes comunistas. Europa occidental perdió definitivamente su hegemonía mundial, la que ganó Estados Unidos.

Cambios sociales
Rápidamente la mujer se hizo parte fundamental de la economía de guerra, ya sea en las fuerzas armadas como en la industria bélica. Tras la guerra la mujer se incluyó definitivamente en el mercado del trabajo, realizado ocupaciones que históricamente fueron consideradas para hombres.

Cambios geopolíticos
Yalta se convocó una conferencia el 25 de abril de 1945 donde se constituyó definitivamente la Organización de Naciones Unidas.

La Sociedad de Naciones, a la que se responsabilizó de contribuir a desatar la guerra, fue reemplazada por la ONU. La carta de las Naciones Unidas se firmó en San Francisco el 26 de junio de 1945. En los Juicios de Nuremberg y Tokio, parte de la jerarquía nazi y del Tenno nipón fue juzgada y condenada por crímenes contra la humanidad. Se formuló el concepto de genocidio, es decir, el exterminio organizado sobre un grupo étnico (pueblo o grupo con ancestros genéticamente comunes).

Segunda Guerra Mundial contribuyó a que emergieran dos superpotencias que buscaban repartirse el mundo: Estados Unidos y la URSS. Esta rivalidad da paso al inicio de la Guerra Fría. Al terminar la Segunda Guerra Mundial surgió una bipolarización del mundo en torno a estas potencias que más tarde se enfrentarían en un conflicto que no se manifestó como una guerra directa, sino que se expresó en recriminaciones mutuas, influencias sobres países y apoyo militar.

viernes, 3 de mayo de 2013

La dictadura Stalinista


Hola aquí mi amigo Mario y yo (Manu) os dejamos una entrada sobre la dictadura de Stalin esperemos que os sirva de ayuda. Un saludo.

-La dictadura estalinista.
El triunfo de Stalin sobre sus adversarios abrió una etapa marcada por el poder omnímodo y personalista del nuevo líder, quien se valió de prácticas represivas (juicios arbitrarios, deportaciones y asesinatos) para perpetuarse en el poder.
Los rasgos que distinguieron esta etapa fueron:
El culto a la personalidad
La figura del líder fue convertida en objeto de culto. Mediante una infatigable propaganda fueron ensalzadas las supuestas dotes del “gran benefactor” y "padre", a quien se otorgaba la cualidad de conductor del pueblo ruso.

Simultáneamente se eliminó el más leve rastro que constituyese un testimonio de la actividad política de sus adversarios. Los manuales de historia fueron reescritos, las fotografías fueron trucadas, se alteraron hechos, lugares y protagonistas, potenciando la imagen del dictador y deslegitimando la de sus antagonistas.

-El centralismo burocrático.
La Constitución de 1936, que modificaba la de 1924, configuró un Estado totalitario en el que quedaba reforzado el poder del Partido Comunista frente al resto de las instituciones, sus integrantes debían ser obligatoriamente militantes de aquel.
Nació un grupo constituido por varios cientos de miles de individuos que dirigieron la planificación económica y que creó una verdadera élite burocrática sumisa al dictador. Este colectivo, denominado ”Nomenklatura”("lista de personas"), una vez desaparecido Stalin, siguió manteniendo una gran poder en el seno del Estado soviético.
El coste de este sistema fue el veto o desaparición de los dirigentes más imaginativos e independientes, que fueron sustituidos por funcionarios sumisos, fanáticos y tendentes a uniformar la sociedad. A partir de 1932 se emprendió la persecución de las vanguardias artísticas, acusadas de contrarrevolucionarias y burguesas. En su lugar se erigió como única tendencia oficial y reconocida el “realismo socialista”.
-El socialismo en un solo país.
Stalin derrotó la corriente trotskista que abogaba por la exportación del socialismo a nivel internacional. En su lugar impuso la tesis del socialismo en un solo país, la URSS. La III Internacional (Komintern) fue puesta al servicio de los particulares intereses internacionales del Estado soviético.
-El régimen de terror.
El mecanismo utilizado por Stalin para llevar a llevar a cabo su política y acallar las voces disidentes, fue el régimen de terror. Éste afectó a señalados líderes de la revolución, oficiales del ejército, cuadros, militantes del PCUS, intelectuales y técnicos responsables de la planificación económica.


Las purgas o depuraciones más intensas se desarrollaron entre 1933 y 1939.
El instrumento empleado para llevar a cabo la represión fue el NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Interiores), policía de carácter político cuyo principal responsable a partir de 1938 fue Beria
Esta policía era la encargada llevar a cabo las detenciones, interrogatorios y ejecuciones de aquellos considerados desafectos al régimen
Miles de éstos fueron enviados a campos de concentración (gulags), la mayoría ubicados en Siberia donde fueron sometidos en condiciones infrahumanas a trabajos forzados.


La cooperación con el Estado policíaco se extendió a amplias capas de la sociedad, generalizándose la sospecha, la complicidad y la delación, en una ambiente de terror social. En total perecieron víctimas de esta situación no menos de tres millones de personas.
En 1938, cuando cesaron las purgas, unos diez millones de personas habían sido en mayor o menor grado represaliadas por el régimen estalinista.

La independencia de Hispanoamerica

Buenos dias, aqui mi amigo Juan Carlos y yo(Rocío) os dejamos una entrada muy interesante sobre la Independencia de Hispanoamerica, esperemos que os sea de gran ayuda

Los principios libertarios que fundamentaron la Revolución Francesa y la independencia de Estados Unidos, calaron hondo en la clase alta intelectual y los líderes militares criollos, aburridos de depender de Coronas tan lejanas, que desconocían los problemas y realidades locales y que tenían en el poder a representantes que gobernaban casi de manera autónoma.
Los grupos dirigentes de los virreinatos españoles estaban constituidos por españoles, pero el sector mayoritario eran los criollos o hijos de españoles nacidos en América –alrededor de 95 por ciento de la población blanca–, educados en las ideas liberales.
Los criollos estaban insatisfechos por las limitadas reformas impulsadas por la monarquía española, y vieron en la independencia de Estados Unidos y en la Revolución Francesa buenos ejemplos a imitar.
La invasión napoleónica de España precipitó los acontecimientos. El rey Fernando VII (1784-1833) fue obligado a abdicar en Napoleón Bonaparte, el 6 de mayo de 1808. El trono quedó en manos de su hermano José Bonaparte.
La primera fase de la independencia se inició entre 1808 y 1810. Los gobiernos locales creados para autoadministrarse hasta la restauración de la Corona española, se convirtieron en focos independentistas o patriotas. Los cabildos abiertos, que reunían a las principales personalidades locales, organizaron juntas de gobierno que no tardaron en destituir a los gobernantes españoles: virreyes o capitanes generales.
Destacaron la de Santiago de Chile, presidida por Mateo de Toro Zambrano; Buenos Aires –actual capital de Argentina–, encabezada por Cornelio Saavedra, y la de Caracas –actual capital de Venezuela–, que destituyó al virrey Vicente Emparán. Por el contrario, las juntas fracasaron en Quito, Lima y La Paz. Caso aparte fue Asunción, donde la junta presidida por el gobernador Bernardo de Velasco se declaró fiel al rey Fernando VII.
En México, a la revuelta dirigida por los criollos se sumaron mestizos e indígenas. La primera insurrección fue sofocada, pero a los dos años el cura Miguel Hidalgo, con el apoyo de campesinos y mineros, se apoderó de las ciudades de Guadalajara y Guanajuato. Hidalgo fue capturado y ejecutado, al igual que otros líderes revolucionarios, y el movimiento se derrumbó.

Las fallidas declaraciones de independencia
En los lugares donde las juntas se mantuvieron en el poder, el siguiente paso fue la declaración de la independencia. Los pioneros fueron Montevideo –actual capital de Uruguay–, con José Gervasio Artigas, y Caracas, con Francisco de Miranda. En Asunción –actual capital de Paraguay–, en 1811, estalló una rebelión dirigida por Fulgencio Yegros, que derrocó a Velasco y declaró la independencia.
La guerra civil entre patriotas y realistas, fieles a España, se intensificó con el regreso al trono de Fernando VII, tras el tratado de Valençay del 11 de noviembre de 1813. Las tropas realistas lograron sofocar casi todas las rebeliones.
En la actual Argentina, las Provincias Unidas del Río de la Plata declararon su independencia en 1816, mientras las tropas realistas habían recobrado el control de casi toda América. La junta de Caracas había caído en 1812, las de Montevideo y Santiago lo hicieron en 1814. Al año siguiente también fueron derribadas las de Bogotá y Cartagena –en la actual Colombia–, y detenido un nuevo intento revolucionario en México, dirigido por el cura José María Morelos y apoyado por los indígenas.

El triunfo independentista
La segunda fase de la lucha por la independencia se produjo durante la década de 181O. Además de la región del Río de la Plata, los independentistas solo tenían el control de algunas zonas de Venezuela y México. Sin embargo, no desistieron de su lucha. José de San Martín, desde el río de la Plata, y Simón Bolívar desde el norte, unieron sus fuerzas para derribar al poderío español en Sudamérica. Mientras tanto, Vicente Guerrero luchaba por la liberación de México.
El abril de 1818, el ejército patriota, que reunía a las fuerzas de San Martín y Bernardo O'Higgins, venció a los realistas en la batalla de Maipú. Con el triunfo, Chile afianzó su independencia –declarada el 12 de febrero de 1818–.
Posteriormente, San Martín se dirigió a Perú, donde ocupó Lima en 1821. Pese a que los realistas aún se mantenían en el puerto de Callao, Perú se declaró independiente.
Simón Bolívar, que se encontraba refugiado en Haití tras huir de Caracas, preparó la conquista de Venezuela. En 1817 emprendió su campaña libertadora en la región del río Orinoco, estableciendo su centro de operaciones en la ciudad de Angostura –que luego fue llamada Ciudad Bolívar–. Después de cruzar los Andes, en agosto de 1819 venció a los españoles en Boyacá y ocupó Bogotá, tras lo que se proclamó la República de Colombia, cuyo primer presidente fue Bolívar. En 1821, con el triunfo de Carabobo, acabó con los realistas en la región.
En 1822, después de un par de exitosas batallas, el territorio de Quito –actual capital de Ecuador– fue incorporado a la Gran Colombia, que ya estaba compuesta por Venezuela y Nueva Granada –actual Colombia–.
Tras las conversaciones de Guayaquil, San Martín y Bolívar decidieron reemprender la lucha contra las fuerzas realistas que aún permanecían en Perú. El 9 de diciembre de 1824, Antonio José de Sucre, lugarteniente de Bolívar que también había ayudado a liberar Quito, derrotó a los realistas en Ayacucho.
En 1825 se independizó la República Bolívar, la actual Bolivia. El mismo año, Uruguay, que desde 1821 formaba parte de Brasil, fue ocupado por el ejército de Juan Antonio Lavalleja, quien proclamó su independencia.
La lucha fue exitosa para los criollos, aunque no se pudo mantener la unidad de América del Sur como algunos pretendían. Paraguay se había separado de las Provincias del Río de la Plata y estuvo gobernado por el francés Gaspar Rodríguez entre 1814 y 1840. En 1829, Venezuela se separó de la Gran Colombia. Lo mismo hizo Ecuador al año siguiente.
En México, los realistas también habían tenido éxito, aunque quedaron algunos focos guerrilleros liderados por Vicente Guerrero. Agustín de Iturbide se encargó de pacificarlos. Sin embargo, después de varios meses de enfrentamientos, en 1821 formuló con Guerrero el Plan de Iguala, que estableció la independencia de México y la igualdad entre criollos y realistas. El país se convertiría en una monarquía constitucional gobernada por alguien nombrado por Fernando VII. En 1822, los partidarios de Iturbide lo proclamaron emperador, pero debido a la oposición se vio obligado a abdicar. En 1824, se reunió un congreso constituyente, que transformó el país en una república federal, al igual que Estados Unidos.
En Centroamérica, que formaba parte del virreinato de la Nueva España como Capitanía general de Guatemala, casi no hubo intentos independentistas en la década de 1810. Las pocas insurrecciones que se produjeron, como la del fraile Benito Miguelena en Nicaragua o la de José Matías Delgado en El Salvador, fracasaron. En 1821, los territorios que componían la capitanía proclamaron su independencia, y un año después se integraron al imperio mexicano.
Cuando este cayó, se separaron con el nombre de Provincias Unidas de Centroamérica. Debido a sus diferencias, entre 1838 y 1848, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua se convirtieron en repúblicas independientes.
Tras los movimientos patriotas que se produjeron en toda Latinoamérica, España solo mantuvo el control de algunas islas del Caribe, Cuba y Puerto Rico. Además, República Dominicana, que se había declarado independiente en 1821, volvió a su poder entre 1861 y 1865.
En Cuba, los independentistas lograron unificarse en 1868. Tras una guerra de diez años, que concluyó con el Pacto de Zanjón, no se logró la independencia. En 1895 estalló un nuevo conflicto, en el que destacó José Martí. Tres años después vino la guerra entre España y Estados Unidos, que los peninsulares perdieron. Por el tratado de París, España renunció a Cuba, que logró su independencia, entregó Puerto Rico a Estados Unidos y perdió las islas Guam y las Filipinas en el Pacífico.